martes, 13 de julio de 2010

Día 13: Templos en la montaña

El plan de hoy era Nikko. Nos levantábamos temprano para ver aquello bien, antes de anochecer, y volver sin cansarnos demasiado. Salida del hotel sobre las 7 y algo, fuimos andando a la estación de Shibuya con un clima Tokiota que presagiaba lo que nos íbamos a encontrar en Nikko.

El trayecto fueron casi 2 horitas, no está del todo cerca, sino bastante más al norte de lo que yo pensaba. Al llegar nuestros temores se hicieron realidad: estaba lloviendo bastante. También encontramos a un grupo de españoles en el tren que venían a visitar el lugar, y con los que estuvimos coincidiendo durante bastante tiempo.

Compramos el ticket de 500yen por todos los autobuses de la zona, y nos movimos hacia el Rinno-ji desde la estación, donde empezó nuestra travesía.

Nikko tiene un encanto distinto al de los otros lugares en los que hemos estado, o quizás tenga esa percepción por la cantidad de agua que estaba cayendo. El primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue: "menuda cantidad de montañas". Es una ciudad que está prácticamente rodeada por montañas, mires a donde mires ves un muro de árboles que se elevan hasta fundirse con las nubes, que hoy estaban especialmente bajas, sin terminar de ver donde terminan los árboles y empieza el cielo. También llama la atención el río que la surca, que en algunos lugares lo hace con bastante violencia, chocando con las rocas y ofreciendo una vista espectacular desde la distancia.



Prácticamente todos los templos que vimos, que estaban incluídos en una ruta turística para entrar en todos por 1300yen (algo caro para mi gusto), están incrustados en la naturaleza, en la montaña, entre enorme árboles que te dejan el cuello listo para poder abarcarlos con la vista. Si una cosa me maravilla de los templos japoneses, es lo presente que suelen estar siempre las plantas, el agua o la roca, destacando no tanto por el propio templo en sí (que poco tienen que hacer enfrente de las catedrales o castillos europeos), sino por el entorno que los rodea. Nikko, como Miyajima o Fushimi-Inari, es un ejemplo perfecto de ello.

En primer lugar visitamos un museo en el que se mostraban piezas y pergaminos de la dinastía tokugawa, así como retratos de cada uno. Junto al edificio estaba el Shoyoen, un pequeño jardín japonés, peor que otros que hemos visto, pero que presume de tener cuatro caras únicas según la época del año en que lo visites: blanco en invierno por la nieve, verde en verano, rosa en primavera y rojo en otoño. Por ahora solo vimos el verde pasado por agua.



Luego subimos al templo Rinno-ji, el más importante de Nikko, pero que estaba siendo restaurado y no pudimos verlo bien por fuera. Por dentro, colecciones de estatuas y piezas budistas. Siguiendo el camino, pudimos ver el santuario Toshogu, junto al que había una pagoda de cinco pisos.

El Toshogu tiene varias partes, pues consta de una serie de edificios distintos en la misma zona. Al entrar por una primera puerta, pudimos ver las famosas imágenes de los monos, destacando la de los 3 monos sabios, una talla de madera que data del 1600 en el que un mono se tapa los oidos, otro la vista y otro la boca. Hay varias interpretaciones sobre lo que quieren decir los monos, y wikipedia está encantada de resolveros todas las inquietudes. 

Continuando el camino, llegamos a un edificio donde un monje hizo un juego de resonancia bastante curioso. Se plantaba en un extremo de la sala y hacía chocar dos palos que llevaba en las manos, los palos hacían el sonido normal que haría un palo de madera normal en un templo normal, hasta ahí todo normal. Ahora el monje se movió al centro de la sala, y ejecutó exactamente el mismo golpeo entre los palos, pero en esta ocasión el sonido se propagaba en forma de eco, o de repetición, durante varios segundos. Era algo realmente curioso, y al menos mi mente ingenieril estaba deseando preguntar el truco.


Tras la exhibición de sonidos tramposos, nos fuimos adentrando más en el templo, pasando por una bonita puerta decorada  con cientos de dragones: la Yomeimon.


Al otro lado, pudimos ver una sala bastante amplia que debía utilizarse como salón o algo, porque no parecía un lugar de oración. También estaba la zona que llevaba a la tumba de Ieyasu Tokugawa, el primero de la dinastía, pero decidimos no entrar a verla finalmente, tras haber visto fotos de la zona que se puede visitar.

De ahí, bajada y fuimos al templo Futarasan. Éste templo sintoísta destaca por un pequeño estanque sagrado que tiene en la parte de atrás, y del que unos turistas bebieron convencidos de que les otorgaría la vida eterna. Yo decidí no beber nada convencido de que me otorgaría una noche en el baño, y que me perdonen los dioses shinto si no me fio de su agua.






El siguiente paso fue el templo Taiyuin, que en este año además mostraba una figura de Ieyasu Tokugawa si no recuerdo mal. En los escalones de subida al templo pudimos ver unas vistas bastante bonitas, y una vez arriba, pudimos entrar en el templo, que consistía en una sala con la imagen de Ieyasu al fondo, y con algunos elementos decorativos cuyo significado explicó una monje del lugar.




Una vez vista toda la zona principal de los templos, nos propusimos junto a otro grupo de españoles, a llegar al Kanmangafuchi Abyss, un espectacular río rápido que fue creado por la erupción del Mt Nantai. Junto al río, bordeándolo a cierta distancia de altura, hay una serie de siniestras figuras (Jizous), cubiertas con un gorro rojo y vigilando la zona. Las vistas desde este lugar es de lo más recomendable de Nikko para mi gusto, una grata sorpresa que pese a estar algo alejada de la zona principal de templos, merece mucho la pena.








Al volver de allí, empezó a llover bastante fuerte, pero nos percatamos de que habíamos olvidado el Puente Shinkyo. Este puente sagrado pertenece a lo que sería el Futarasan, y es de alrededor del 1600 (aunque está bastante restaurado, como todo aquí). Desgraciadamente, aunque está abierto al público para atravesarlo, por algún motivo hoy no era posible y tuvimos que "conformarnos" con la espectacular vista.




En resumen. Nikko es una ciudad de visita obligada. No está muy lejos de Tokio, y merece la pena. Nosotros pese al chaparrón y a haber llegado al hotel empapados, la hemos disfrutado bastante. Un lugar que mezcla sus templos y santuarios, con el encanto de su ubicación geográfica.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Que pasa compañeros, estoy siguiendo vuestras aventuras mas o menos y ya considero que en un futuro Japon entrara en mis preferencias de viaje, eso si cuando tenga dinero y antes haya ido a EEUU a ver un partido de la NBA. Tambien veo que estais paseando a nuestro Pais y ahora que somos campeones imagino que encima os trataran como si fueseis los reyes del Mundo, je je je. Bueno tener mucho cuidado por alli y seguid disfrutando.

Saludos de vuestro compañero FRAN

Unknown dijo...

joder, el sitio es una preciosidad.
No veais como os envidio :P

Unknown dijo...

Sin duda de lo mejorcito que me apunto para ver junto con miyayima y kyoto por ahora ^^