lunes, 12 de julio de 2010

Día 10: Bicicleta y matsuri

Ya nuestro último día con sede en Osaka, y llegó el momento de hacer la Shimanami-kaido, una ruta en bicicleta que parte desde Onomichi (al suroeste del país, cerca de Hiroshima) y atraviesa pequeñas islas hasta Shikoku. En total el recorrido son unos 70 km atravesando Mukaishima, Innoshima, Ikuchijima, Omishima, Hakatajiima y Oshima, y tiene unas vistas impresionantes.

El plan era quedar con Luis, Marcos y Noemí en la estación de Shin-Osaka en Osaka, allí les recogíamos y pillábamos el shinkansen con dirección a Hiroshima, para bajarnos en Fukuyama (una hora de viaje). Desde Fukuyama, tren de la línea JR Sanyo Line hasta Onomichi (otros 20 min). Coste 0 con JR Pass. Al llegar allí, sobre las 11 de la mañana, pudimos notar un calor de mil demonios, pero a cambio de una bonita vista del lugar. Onomichi es una hermosa y tranquila ciudad costera, alejada del ruido y del caos de las grandes ciudades japonesas. Está presidida por un monte repleto de templos, que ofrecen una vista tremenda de la ciudad y del canal (de agua de mar) que la atraviesa de lado a lado.



Una vez en Onomichi, tardamos un poco en encontrar el lugar donde se alquilaban las bicicletas para la Shimanami-Kaido, pero una vez encontrado pagamos nuestros 1500yen (de los cuales te devuelven 1000 si devuelves la bicicleta en esa misma estación antes de las 18.00) y nos montamos en el ferry para empezar la ruta desde Mukaishima.

Al principio la ruta consta principalmente de carriles para coches compartidos con las bicicletas, pero conforme nos fuimos alejando cada vez había menos coches, por lo que estuvimos bastante tranquilos y sin demasiado ruido durante todo el trayecto. Las distintas rutas para tomar en bici vienen marcadas en un mapa que nos dieron al alquilar las bicis, con distintos caminos según la dificultad de subida. Nosotros fuimos por la ruta más fácil, y aún así empezamos a notar el bajo estado de forma bastante rápido (sobretodo yo, todo sea dicho, que no estoy hecho para bicicletas). En el suelo hay unas marcas que indican por donde continúa el camino, con zonas únicamente de bicicletas desde la que pudimos contemplar unas vistas maravillosas.


Todas las islas están conectadas por puentes, ya que están muy próximas entre sí, por eso mismo el agua estaba algo turbia en algunas zonas, con cantidad de remolinos y rocas. No parece un lugar para darse un baño desde luego (de hecho no vimos a nadie haciéndolo, tan sólo pescando). Durante toda la ruta pudimos ver casas de pescadores y en general un ambiente muy rural, prácticamente no vimos tiendas de comida durante todo el camino, y únicamente un par de vending machines que nos vinieron de perlas para refrescarnos un poco del sol.



No tardó mucho hasta que empezamos a ver el primer puente, el Innoshima Ohashi Bridge, a unos 9 km de donde nos dejó el ferry, bordeando la primera isla. Hicimos unas fotos, y tuvimos que subir hasta el puente, parte que fue bastante cansada.



El puente  lo cruzamos por abajo, en un pequeño tramo pensado para bicicletas y motos, por debajo de los coches. Tuvimos que pagar un peaje de 50yen a un señor que estaba bajo el puente vigilando.



 Las vistas en la otra isla, una vez atravesado el puente tampoco se quedaban atrás.



En la siguiente isla, más ruta planeando llegar a un puerto a mitad de camino del siguiente puente. Una vez allí, valoramos la hora y las posibilidades, y llegamos a la conclusión tras 17km de viaje, que si seguíamos hasta el siguiente puerto no podríamos dejar las bicicletas a tiempo para las 18.00. Así que estuvimos esperando el ferry unos minutos, hasta que nos dimos cuenta de que allí no paraba el de vuelta.


Tras un rato buscando el puerto correcto en la isla, al fin pudimos montar en el ferry, acoplar allí las bicicletas y estar de vuelta con el señor que alquilaba bicicletas para poco antes de las 18.00.

Ahora lo que teníamos era hambre, así que nos acercamos a un encantador puesto de ramen junto al canal, donde nos recibieron con mucho cariño y con litros de agua fría. Pedimos un cuenco de ramen para cada uno, y estaba bastante bueno, con pedazos de lomo de cerdo en filete, y una salsa que me tuve que beber directamente del plato a falta de pan para poder mojarla.


Al poco nos encontramos con Guillermo, un amable peruano que llevaba unos meses viviendo allí, y que nos recomendó visitar el matsurim de Onomichi, una fiesta tradicional celebrada en verano. Toda la calle principal estaba abarrotada de puestos con apetitosa comida, de juegos para los crios y de todo tipo de entretenimientos, como si de una feria se tratase. Luis incluso participó en un juego en el que debes capturar todos los peces que puedas con una pequeña paleta hecha de papel, y que se parte con cualquier movimiento brusco o pasado un tiempo. Requiere concentración, pulso, destreza y paciencia, algo en lo que unos críos de 8 años dieron una lección a nuestro representante español... nosotros mejor al fútbol.



Tras un rato caminando, vimos a una serie de personas organizando un evento, que resultó ser el plato fuerte del matsuri: una celebración a modo de competición entre los 3 valles de Onomichi, cada valle con una serie de miembros cargando el Mikoshi, una capilla portable del sintoísmo que cargan sobre sus hombros.


Durante la celebración también nos encontramos con Maria Elena, otra peruana de Onomichi que nos explicó muy amablemente todo lo que necesitábamos saber (da gusto encontrarse con hispano-hablantes) y a la que mandamos un cariñoso saludo desde aquí. También nos presentó a Kota, un simpático japonés que estuvo recorriendo españa entera durante 2 meses,  y que como sabía algo de español, pudo explicarnos el funcionamiento de la fiesta.

Consistía en una especie de competición por ver qué valle conseguía ser más rápido en hacer girar al Mikoshi alrededor de un pilar. Cada valle estaba representado con un círculo con 1, 2 ó 3 cortes, y todos los miembros lo llevaban en la espalda del traje. Acompañando a toda la celebración, un impresionante ambiente musical en el que unas chicas tocaban el Taiko, un tipo de tambor japonés, con una destreza, fuerza y sincronización memorables. Todo un espectáculo.


Tras decidir el ganador, lanzan el Mikoshi del equipo ganador al agua, y termina la celebración. Después de eso, volvimos a la estación y de vuelta al hotel. La verdad es que Onomichi no es una de las visitas más clásicas para turismo en japón, pero fue una grandísima experiencia por lo bello de la ciudad (de la que por cierto no tuvimos tiempo de ver su mejor parte, la montaña con todos sus templos), por el encanto de sus habitantes (un saludo a Maria Elena, a Guillermo y a Kota), y por los impresionantes paisajes que hay junto a ella.

Un lugar con un encanto especial al que deseamos volver algún día, y una variante a las visitas más típicas del país, que aporta unos paisajes isleños preciosos. Lo pasamos muy bien y lo considero una visita muy recomendada.


PD: Sobre el taiko y la mikoshi, hay bastante video grabado. Esperamos tenerlo pronto listo para que lo veáis.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Al final no pudisteis con los 70km(es que son una puta locura xDDD). Se ve curiosa la festividad esa, me la apunto como lugar a visitar :) y sobre todo todas las vistas desde las islas que son increibles

Aozora dijo...

Hola, charlito xDDDDDDDDDD